En la epístola de Pablo a los Colosenses, les exhortó a “hacer morir” los malos deseos del corazón, incluyendo “la avaricia, que es idolatría” (Col. 3:5). Pero, ¿cómo hacerlo? Pablo les señaló el camino en los versículos anteriores.
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría. (Colosenses 3:1-5)
La idolatría no consiste solamente en no obedecer a Dios: es poner todo el corazón en algo aparte de Dios. Esto no se puede remediar sólo arrepintiéndose de tener un ídolo, o usando la fuerza de voluntad para intentar vivir de forma distinta. “Poner la mira y el corazón en las cosas de arriba”, donde “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:1-3), significa que aprecias, te regocijas y descansas sobre lo que Jesús ha hecho por nosotros. Conlleva la adoración gozosa, un sentido de la realidad divina en la oración. Jesús debe volverse más hermoso para tu imaginación, más atractivo para tu corazón, que tu ídolo. Esto es lo que sustituirá a tus dioses falsos. Si desarraigas el ídolo y no “plantas” el amor de Cristo en su lugar, el ídolo volverá a crecer.
El regocijo y el arrepentimiento deben ir de la mano. El arrepentimiento sin regocijo conducirá al desespero. El arrepentimiento sin regocijo es superficial y sólo ofrecerá una inspiración transitoria en vez de un cambio profundo. El arrepentimiento fundado en el temor hace que nos odiemos a nosotros mismos. El arrepentimiento basado en el gozo nos hace odiar el pecado.
Regocijarse en Cristo también es esencial, porque los ídolos casi siempre son cosas buenas. Si hemos convertido en ídolos nuestro trabajo y a nuestra familia, no queremos dejar de amarlos. Más bien, deseamos amar a Cristo tanto que nuestros apegos ya no nos esclavicen. En la Biblia, “regocijarse” es algo mucho más profundo que simplemente estar contento por algo. Pablo nos instruyó a “regocijarnos en el Señor siempre” (Fil. 4:4), pero esto no significa “sentirse siempre felices”, dado que nadie puede ordenar a una persona que siempre le embargue una emoción concreta. Regocijarse es atesorar algo, evaluar lo que vale para nosotros, reflexionar sobre su belleza y su importancia hasta que nuestro corazón descanse sobre ello y guste su dulzura.
Timothy Keller, Dioses que Fallan, p. 158-159
Medita por un momento en las siguientes preguntas:
¿Cómo te hace sentir saber que Jesús te ama tanto como para morir en la cruz por ti? ¿Te causa un gozo profundo, o son solo palabras trilladas? ¿Qué cosas buenas en tu vida compiten en tu corazón por ser apreciadas y amadas como sólo Jesús lo merece?
Ora al Señor y dile:
Señor Jesús, completa mi arrepentimiento con el gozo de conocer tu amor. Que mi amor por ti crezca tanto y llegue a arrancar de raíz a todo ídolo de mi corazón.