Henry y Kevin habían perdido sus empleos debido a un acto injusto por parte de sus jefes y acudieron a verme para que les aconsejase, con una diferencia de un año. Henry perdonó a su jefe, pasó página y le iba muy bien, mientras que Kevin no pudo superar aquel escollo; siguió encallado en la amargura y el cinismo, lo cual afectó a su futuro profesional. Algunas personas intentaron ayudarle trabajando sus emociones. Cuanta más simpatía mostraban los demás a Kevin, más justificada pensaba que era su ira y más aumentaba su autocompasión. Otras personas probaron trabajar directamente sobre su voluntad (“supéralo y sigue adelante”). Eso tampoco funcionó. El evangelio actúa de otro modo. No lo hace directamente sobre las emociones o la voluntad. El evangelio pregunta: ¿Qué opera en lugar de Jesucristo como tu salvación y tu Salvador real y funcional? ¿Qué buscas para justificarte? Sea lo que fuera, es un dios falso y para introducir un cambio en tu vida debes identificarlo y rechazarlo como tal.
Kevin esperaba que su carrera demostrase su valía y, cuando algo salió mal, se sintió condenado. Se quedó petrificado, porque los cimientos mismos de su identidad se habían fracturado. No progresó hasta que entendió que había convertido su trabajo en su salvador. No se trataba sólo de que tuviera que perdonar a su jefe; su verdadero problema era que había algo, aparte de Jesucristo, que funcionaba como su salvador. Siempre hay algo subyacente en nuestros problemas, deseos, patrones, actitudes y emociones desmedidos y descontrolados. Hasta que descubramos lo que es, no podremos tener vida y paz.
Kevin logró comprender que, aunque técnicamente creía que Dios le amaba con una gracia preciosa, esta no era una verdad absoluta que hubiera penetrado su corazón y su imaginación. Lo que le dijo su jefe fue más real e influyó más en su corazón que lo que le había dicho el Rey del universo. Es posible escuchar una pista de audio mientras se hacen otras tareas en casa, pero ver y escuchar una exposición visual resulta mucho más absorbente. Llena nuestra visión. De la misma manera, puedes conocer el amor de Cristo con tu mente, pero no con tu corazón, como en el caso de Kevin. ¿Cómo se puede remediar esto? ¿Cómo podemos “poner en vídeo” las verdades del evangelio de modo que conformen todo lo que sentimos y hacemos?
Esto requiere lo que se llaman “las disciplinas espirituales”, como la oración privada, la adoración colectiva y la meditación. Las disciplinas toman el conocimiento cognitivo y lo convierten en una realidad transformadora en nuestros corazones y en nuestra imaginación. Las disciplinas espirituales son, básicamente, formas de adoración, y esta es la manera definitiva para sustituir los ídolos de tu corazón. No encontrarás remedio simplemente al averiguar intelectualmente cuáles son tus ídolos. Tienes que experimentar de verdad la paz que da Jesús, y esta sólo se obtiene cuando adoras. El análisis puede ayudarte a descubrir verdades, pero entonces necesitas “orarlas” hasta que penetren en tu corazón.
Timothy Keller, Dioses que Fallan, p. 160-161
Haz una evaluación de cada una de estas disciplinas espirituales en tu vida: oración privada, adoración colectiva, meditación en la Biblia. ¿Describirías tus disciplinas espirituales como llenas de vida, pasión y cercanía con Dios? ¿O son más teóricas, secas y sin evocar gozo en tu corazón?
Espíritu Santo, aviva mi corazón para encontrarse contigo en la intimidad y al estar rodeado de mis hermanos. Que tu presencia y verdad sean más reales que todo lo que sucede a mi alrededor.