La segunda conclusión a la que llega Salomón en Eclesiastés 12:13 es: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”.
Constantemente, encontramos en las Escrituras como el temor a Dios y la obediencia a sus mandamientos, van de la mano (Deuteronomio 10.12-13, Salmo 111.10, Salmo 128.1, 2 Reyes 17.34, Salmo 112.1). Es imposible temer a Dios sin obedecer sus mandamientos y es imposible obedecer sus mandamientos, sin temer a Dios.
Vivimos en una sociedad que cada vez toma menos en consideración los mandamientos de Dios, una sociedad que bien podríamos describir por medio de Isaías 5.20: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!”.
Si como creyentes y como familias que amamos a Dios queremos quitar todo vestigio de ídolos en nuestra vida, es indispensable que estemos dispuestos a obedecer los mandamientos que Dios nos ha dejado en su Palabra.
Leamos Santiago 1.22-25 y reflexionemos:
Antes que Josué liderará al pueblo hacia la tierra prometida, Dios le dio las siguientes palabras de aliento: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” Josué 1.8
Como creyentes, debemos tener presente que guardar sus mandamientos no es una de las alternativas de la vida, es la única manera en la que seremos fructíferos y nuestra vida tendrá sentido, porque como nuestro Maestro dijo: “Separados de Él, nada podemos hacer” (Juan 15.5)
Para reflexionar:
¿Qué áreas de nuestra vida debemos comenzar a obedecer después de lo que hemos aprendido este día?