No estoy preguntando si tenemos o no dioses rivales. Doy por hecho que todos los tenemos; están ocultos en todos nosotros. La pregunta es: ¿qué hacemos al respecto? ¿Cómo debemos actuar para gozar de una vista cada vez más penetrante en vez de seguir sometidos a su poder? ¿Cómo podemos vernos libres de nuestros ídolos de modo que tomemos decisiones sólidas y sabias que sean lo mejor para nosotros y para quienes nos rodean? ¿Cómo discernir nuestros ídolos?
Una de las vías consiste en usar la imaginación. William Temple dijo en cierta ocasión: “Su religión es lo que hace en su soledad”. En otras palabras, el verdadero dios de nuestro corazón es el punto al que se dirigen nuestros pensamientos, sin esfuerzo por nuestra parte, cuando no hay nada más que exija prestar atención. ¿En qué te gusta soñar despierto? ¿Qué ocupa tu mente cuando no tienes nada más en qué pensar? ¿Sueñas con ascensos profesionales? ¿En bienes materiales como la casa de tus sueños? ¿En la relación con una persona concreta? Uno o dos sueños de este tipo no son indicativos de la idolatría. Pregúntate, más bien, en qué piensas habitualmente para obtener gozo y confort en la privacidad de tu corazón.
Otra forma de discernir el verdadero amor de tu corazón es fijarte en cómo gastas tu dinero. Jesús dijo: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21). Tu dinero fluye sin esfuerzo hacia el máximo amor de tu corazón. De hecho, la señal identificativa de un ídolo es que gastas demasiado dinero en él y debes intentar controlarte constantemente. Como ha escrito Pablo, si Dios y su gracia son lo que amas en el mundo, darás tu dinero al ministerio eclesial, a obras de beneficencia y a los pobres, en cantidades asombrosas (2 Co. 8:7- 9). Sin embargo, la mayoría de nosotros tiende a gastar demasiado en ropa, en nuestros hijos o en símbolos de posición social, como hogares y coches. Nuestros patrones de consumo revelan nuestros ídolos.
Timothy Keller, Dioses que Fallan, p. 155
Por qué no reflexionamos juntos en algunas preguntas:
Haz una lista de las cosas, actividades, o personas que ocupan tu imaginación. ¿Qué es lo primero que piensas al despertar, y lo último antes de dormir? ¿De qué temas podrías hablar por horas sin parar? ¿Con qué cosas sueñas despierto?
Ahora haz una lista de las cosas, actividades, o personas en quienes más inviertes tu dinero. ¿Cuáles son aquellas cosas por las que pagas sin dificultad? ¿Has tenido problemas por “gastar demasiado” en alguna de ellas?
Si alguien leyera estas dos listas ¿diría que Dios es tu máxima prioridad?
Antes de terminar, ora de la siguiente manera:
Señor, tú eres el rey de mi mente y a ti te pertenece todo mi dinero. Conviértete en el motivo de mis sueños y anhelos, y hazme ser generoso con los recursos que me has dado por tu gracia.